Yanis Varoufakis es un prestigioso economista que dirige el Departamento de Política Económica de la Universidad de Atenas. De 2004 a 2007 fue asesor económico de Yorgos Papandreu, hasta que éste llegó al gobierno y Varoufakis rechazó ocupar cualquier cargo político. Autor de varios libros sobre la Teoría de los Juegos, Varoufakis es también un reconocido conferenciante y suele aparecer como analista de actualidad económica en la BBC, Sky News, Russia Today y Bloomberg TV entre otros medios. En noviembre de 2010 y junto a Stuart Holland, ex parlamentario laborista y profesor en la facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal), escribió «Una modesta proposición» (A Modest Proposal), documento en el que se enmarcan una serie de políticas económicas para superar la crisis en la zona euro.
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Desde que el Parlamento griego aprobara las medidas de austeridad y el programa de privatización impuesto por parte de la troika en junio, hemos sido testigos de cómo el gobierno griego ha sido acusado una y otra vez de que no se está actuando lo suficientemente rápido en la implementación de las reformas necesarias. No sólo eso, sino que se está obligando a Grecia a llevar a cabo recortes más severos para seguir recibiendo los fondos del rescate. ¿A usted le parecen justas las críticas de la troika? ¿Cuál es su postura sobre los sacrificios que se le están pidiendo a Grecia y cuáles son sus efectos sobre su economía?
No se trata de que sean justas o no. La troika tiene dos objetivos simples: (a) garantizar que los acreedores de Grecia recuperen la mayor cantidad de su dinero posible y (b) que los gobiernos de los países con superávit de Europa tengan la oportunidad de presentar en sus parlamentos las medidas que compren el tiempo necesario hasta que sepan qué hacer con la zona euro.
La primera tarea motiva a la troika a supervisar los esfuerzos del gobierno griego para recaudar más impuestos y reducir el gasto interno. En este contexto, a la troika le es indiferente la manera en que el estado griego lo haga. Por ejemplo, a la troika le parecía estupendo el hecho de estar de acuerdo con el gobierno griego en que los griegos ricos (que durante décadas han disfrutado de un alto grado de «inmunidad» impositiva) debían de apechugar con otros mil millones de euros en impuestos. Cuando el gobierno no pudo extraer esa suma de los ricos, la troika dijo: «Bueno, en ese caso, reduce las pensiones y disminuye el salario de los trabajadores con salarios bajos». La indiferencia de la troika, combinada con la incapacidad del gobierno griego para arrinconar a los ricos, ha hecho que los griegos pobres estén siendo golpeados por un aluvión de subidas de impuestos y recortes de ingresos sin precedentes en tiempos de paz.
Una parte importante del mandato de la troika es transmitir dolor al ciudadano griego con el fin de apaciguar a los políticos en Berlín.
La segunda tarea de la troika es más compleja. Cada vez que la señora Merkel tiene que sumar apoyos en su parlamento federal (por ejemplo, ahora necesita aprobar los cambios al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, el FEEF, pero se enfrenta con la oposición de parte de los diputados de su propia coalición), ayuda mucho poder demostrarles a los parlamentarios que los griegos se están desangrando; que el dolor sufrido les está purificando; que, al menos en parte, han pasado de ser mendigos indignos a mendigos dignos. Por lo tanto, una parte importante del mandato de la troika es transmitir el dolor necesario al ciudadano griego medio con el fin de apaciguar a los cada vez más recalcitrantes políticos en Berlín. En este sentido, el inmenso dolor de los griegos más pobres es el combustible que mantiene en funcionamiento a la máquina de postergación de Merkel; que le compra más tiempo hasta ver si decide que Alemania está dispuesta a afrontar las verdaderas causas de la crisis (la quiebra de los bancos franco-alemanes y los cimientos defectuosos del euro), o si lo que prefiere es dejar que la crisis siga adelante antes de rescatarse a sí misma mediante la creación de un nuevo marco.
Empecé a contestar a su pregunta sugiriendo que la equidad no es la cuestión. La cuestión subyacente es si la fórmula de combinar austeridad y préstamos, que se inició con Grecia y se ha extendido al resto de Europa, supone una oportunidad para detener la crisis: no es así. Una mayor austeridad profundiza la crisis de deuda, no hace nada para ayudar a limpiar el sector bancario en problemas y empuja a toda la zona euro a la trampa del crecimiento negativo.
¿Son conscientes los ciudadanos griegos del hecho de que estos rescates se utilizan principalmente para pagar deudas a un (aparentemente insolvente) sistema bancario europeo?
Sí, creo que la mayoría de los griegos están muy familiarizados con esta triste verdad. Pero se sienten impotentes para reaccionar de manera significativa; una sensación que se magnifica por el discurso que los retrata como derrochadores y corruptos. Un discurso que viene de fuera, pero también de los medios de comunicación establecidos aquí, en Grecia, los cuales se unen a poderes empresariales interesados en explotar la ola de privatizaciones y la reducción de los salarios.
La verdadera pregunta es si en unos pocos años habrá un euro al que Grecia pertenezca.
Hace unos días, el ministro Venizelos expresó que Grecia había sido humillada, pero que tenía que permanecer en el euro a toda costa. ¿Corre la troika el riesgo de que la presión sobre Papandreu sea tal que pierda el control y se vea obligado a un default y buscar refugio político en un referéndum?
La declaración Venizelos, que dice que Grecia se quedará en la eurozona ad infinitum, era sensata, pero quizás no por las razones que le motivaron a hacerlo. Mi opinión es que ningún país puede abandonar el euro sin que la zona euro colapse en el corto plazo. Por lo tanto, es certero afirmar que Grecia se quedará en el euro hasta el amargo final. La verdadera pregunta es si en unos pocos años habrá un euro al que Grecia pertenezca… En cuanto a la estrategia de la troika, es cierto que es extremadamente peligrosa. Las tácticas duras de la troika, de hecho, han desacreditado enormemente a Papandreu en Grecia. La única explicación es que ellos mismos (principalmente los europeos y el BCE) se encuentran en tal estado de pánico que Papandreu es, a sus ojos, prescindible. Con cierto remordimiento tal vez, ya que ellos aprecian la voluntad de Papandereu de hacer lo que se le manda y su capacidad hasta el momento de presentar ante el Parlamento toda clase de medidas horribles, pero prescindible en cualquier caso. En cuanto al referéndum, no tengo ninguna expectativa de que la política económica o el acuerdo con la troika se llegue a someter a uno. Si es así, el gobierno perdería de manera espectacular. Lo que me temo es que el gobierno tenga en mente algún referéndum anodino que sea un escenario manejado a fin de que el electorado pueda expresar algunas de sus iras contra el gobierno, pero sin poner en peligro el acuerdo con la troika. Por ejemplo, un referéndum sobre la reducción del número de diputados, sus salarios, etc.
Recientemente ha dado a entender que la ambivalencia de Alemania a la hora de resolver eficazmente la crisis del euro se debe al temor de perder su influencia dentro de la zona euro. ¿Qué quiere decir?
Es sencillo. En la actualidad, cada euro de deuda dentro de la zona euro pertenece a un determinado estado miembro. Incluso las garantías de préstamo del FEEF están unidas y cada euro garantizado está garantizado por un solo miembro de otro estado. Esto significa que un estado miembro puede decir: «Estoy fuera, colegas. Es hora de irme de la zona euro. Decidme cuánto os debo, ya que puedo pagar y marcharme». Por supuesto, sólo un país con superávit, como Alemania, podrá alguna vez contemplar esta posibilidad. Porque si fuera un país con déficit el que hiciera ese anuncio podría causar una fuga masiva de capital del país en cuestión, con el resultado de un colapso total de su sistema financiero. En resumen, la divisibilidad perfecta de las deudas significa que Alemania puede salir de la zona euro hoy mismo. Es posible que no lo desee por temor a una revaluación de su moneda nueva y la pérdida de sus mercados de exportación, pero puede hacerlo. Esta «opción de salida» le da a Alemania un enorme poder de negociación en el Consejo de Europa sobre los países deficitarios (en particular Francia) que carecen de ella. Y ahí está el problema: para solucionar el sistema del euro, Alemania debe comprometerse a la creación de una gran cantidad de deuda común. Pero si lo hace, será renunciando a su «opción de salida» (ya que la deuda común significa que ya no le será posible pagar sus deudas y salir de la zona euro). Así pues, el enigma: Alemania puede solucionar el euro renunciando a su exorbitante poder de negociación dentro de la eurozona o mantener su poder de negociación y ver como el sistema del euro se marchita y muere a su alrededor.
Si Berlín llega a la conclusión de que quiere «salirse» del euro, saldrá por sí misma antes de darle luz verde a Atenas para que lo abandone.
La suspensión de pagos de Grecia y su salida del euro se traduciría en una pesadilla: escasez de bienes, efecto “corralito”, alta inflación, devaluación masiva, más desempleo, «fuga de cerebros», etc. Sin embargo, Grecia ya está sufriendo enormemente y, de hecho, ya está experimentando algunos de estos efectos. En ausencia de un compromiso real para reducir su deuda y apoyar las posibles medidas con una ambiciosa estrategia de crecimiento, ¿cuál es el incentivo para quedarse en el euro?
En caso de insolvencia y de que Grecia salga de la zona euro, hay dos resultados posibles. En primer lugar, que el resto de la eurozona sobreviva al golpe de una salida griega. Si esto sucede, Grecia jugará con dos monedas: los euros que le queden y los dracmas nuevos. Inevitablemente, emergerá un mercado negro de euros que chupará toda la energía creada por el repunte de la devaluación inducida. El valor del nuevo dracma entrará en caída libre y Grecia pasará a ser como Kosovo: una provincia que utiliza el euro para sus transacciones diarias pero que no disfruta de ninguno de los beneficios del “eurosistema”. Con la economía real por los suelos, vamos rápidamente de cabeza hacia una nueva Edad de Piedra. En segundo lugar, la salida de Grecia será la punta de lanza de un colapso del euro. Esto significa que Grecia se hace responsable de «matar» la moneda común de cara al resto de Europa. Un país pequeño, ya amordazado por una crisis gigantesca, no necesita la animosidad de sus vecinos y antiguos socios.
De estos dos escenario, el segundo es el más probable. Confío en que una salida griega dará lugar de inmediato a una salida de Alemania del euro: de modo que Alemania decida que ya es suficiente y vuelva a crear el marco, prefiriendo combatir la recesión en Alemania antes que poner hasta un 70% de su PIB para reforzar un euro incapaz de ser reforzado. Lo anterior significa que una salida griega del euro no está en ciernes. Alemania no lo va a permitir. Si Berlín llega a la conclusión de que quiere «salirse» del euro, saldrá por sí mismo antes de darle luz verde a Atenas para que lo abandone.
En la actual coyuntura, las soluciones federales son el último clavo en el ataúd de cualquier perspectiva de una eventual federación europea.
Al final, la cuestión de fondo es que Grecia no es Mississippi y que Bruselas no es Washington, ¿no? ¿No se ha revelado con la actual crisis que, finalmente, a menos que nos acercamos a los «Estados Unidos de Europa» (como Gerard Schröder pidió hace unos días) o, por lo menos, a un marco fiscal común, el proyecto europeo está condenado?
Sí y no. Sí, se ha demostrado más allá de toda duda razonable que sin deuda común, un sistema bancario unificado y una política común de la inversión pública, el sistema del euro no estaba preparado para sobrevivir a las pruebas y tribulaciones del mundo tras el 2008. Y, sin embargo, yo digo que no a aquellos que, como Gerard Schröder, piden una solución federalista. La razón por la que digo que no a un movimiento federalista en la actualidad es porque no hay posibilidad alguna de que las instituciones democráticas federales puedan ser puestas en marcha en el tiempo que queda antes del colapso del euro. En este sentido, cualquiera que sugiera que la actual crisis debe ser resuelta mediante la creación de, por ejemplo, una Tesorería de la Federación, es efectivamente tirar la toalla; admitir que el euro ha terminado y, por extensión, que la Unión Europea ha fracasado. En la actual coyuntura, por lo tanto, las soluciones federales son el último clavo en el ataúd de cualquier perspectiva de una eventual… federación [europea].
El mero anuncio de una política de transferencia del servicio de la deuda sancionada por Maastricht en la eurozona al BCE pondría fin a la crisis de deuda de inmediato.
«Una modesta proposición«, el marco de política económica europea de la que es coautor junto a Stuart Holland, trata de aliviar las tres cuestiones más agudas en el sistema del euro en estos momentos: la solvencia soberana, la confianza en la longevidad del proyecto del euro y el vehículo adecuado para reactivar las economías con problemas. ¿Cuáles serían los efectos a corto plazo de su plan, no sólo en los mercados financieros, sino también en la economía real?
El mero anuncio de una política de transferencia del servicio de la deuda sancionada por Maastricht en la eurozona al BCE, quien se haría a cargo mediante la emisión de sus propios bonos (a ser pagados por los estados miembros a largo plazo), pondría fin a la crisis de deuda de inmediato. La segunda política, según la cual el FEEF obligatoriamente recapitalizaría a los bancos en toda Europa requiere un poco más de tiempo para detener el colapso del sector bancario, algo del orden de seis meses. Por último, una política que permitiera que los grandes proyectos de inversión del Banco Europeo de Inversiones pudieran ser cofinanciados por una emisión neta de bonos adicionales del BCE propiciaría una racha de crecimiento durante los próximos años. Habiendo dicho esto, estoy seguro de que el propio anuncio de esta combinación de políticas infundiría optimismo en la mente de los inversionistas privados para emprender inversiones a corto plazo.
¿Cuáles son los obstáculos que encuentran propuestas como la suya para ser adoptadas en Europa?
Dos obstáculos. En primer lugar, «Bankruptocracy» (mi término para el nuevo régimen bajo el que hemos estado viviendo después de 2008). Los banqueros de toda Europa están dando patadas y gritando en contra de cualquier sugerencia que diga que sus bancos deben ser recapitalizados por el FEEF, ya que diluiría su control sobre ellos. Son ayudados e instigados por los políticos, que valoran altamente el control de sus gobiernos nacionales sobre los bancos (por los grandes beneficios que les trae esta «relación especial» con los banqueros). En segundo lugar, el poder de negociación exorbitante de Alemania que, como he sugerido antes, se perdería si una solución, como la de nuestra «modesta proposición», es adoptada.
¿Se podría argumentar que la estrategia de Alemania para mantener su sólida economía de exportación se basa en la calidad de su producción (y en añadir valor agregado a los bienes producidos por sus socios de fabricación de bajo coste, tales como Hungría, República Checa, etc.)? ¿Cómo ve usted el comercio alemán en el caso de la aparición de un euro/marco más fuerte? ¿Dónde estarían los mercados de Alemania?
Si bien la calidad de fabricación alemana es muy admirada y elogiada, su mercancía pierde mucho de su atractivo (en China, en Francia, en Italia, etc.) si el precio se duplica. Y lo hará si los países con superávit se unen a Alemania para crear un nuevo euro del norte o marco. Alemania, por lo tanto, se enfrenta ahora a un trágico trilema: (a) salida de la zona euro, desvinculándose de los problemas de una periferia agobiada por las deudas, pero con el alto coste de una profunda recesión generada por la pérdida de sus mercados de exportación. (b) Permanecer en la zona euro, conservando el gran poder de negociación sobre sus socios que su «opción de salida» le ofrece, pero a costa de una continuación de la crisis (que puede, muy probablemente, destruir el euro de todos modos). (c) Permanecer en la zona euro y resolver el problema en detrimento de su dominio dentro de la UE. Alemania no parece capaz de decidir entre las tres opciones. Por lo tanto, las vacilaciones, la indecisión, la lentitud y la muerte dolorosa de Grecia.
En relación con el comercio en Europa tras un escenario de quiebra de la zona euro, ¿cree que la crisis actual pone al descubierto el daño potencial que las políticas de la UE pueden haber causado al sector agrícola en países como España, Italia y Grecia?
Un daño gigantesco. No olvidemos que desde hace décadas el «contrato social» en Europa en relación con la agricultura (también conocido como la Política Agrícola Común), era bastante simple: tenemos que pagarte para que destruyas capacidad productiva (con el fin de mantener altos los precios). Los agricultores han estado felizmente de acuerdo, en la mayoría de los casos, con este «contrato», ya que se embolsaron subsidios a cambio de su capacidad productiva perdida. Si la Unión Europea ahora se derrumba bajo el peso de este lío, entonces nuestros agricultores perderán sus subsidios en un momento en que no está claro que puedan recuperar su capacidad productiva.
Cuando el nuevo rescate griego-irlandés-portugués fue acordado el pasado 21 de julio, y el FEEF asumió esa carga adicional sobre sus hombros, el destino de España e Italia quedó sellado.
En mayo del año pasado se encendieron las alarmas en España cuando sus bonos a 10 años tocaron los 164 puntos básicos. Este verano la prima de riesgo española llegó a superar los 400 (lo que provocó la intervención del BCE) y lleva tiempo asentada entorno a los 350-360 puntos básicos. En su opinión, ¿cómo y cuándo se convirtió España en un problema?
España había saltado a la palestra cuando Grecia quebró en mayo de 2010 y el gobierno socialista español, en un estado de pánico, decidió que era momento de imponerse austeridad a sí mismo antes de que «otros» se la impusieran. Como era de esperar, volvimos a aprender la lección de que la austeridad es un amigo inseguro y un aliado cruel. El crecimiento español se desaceleró aún más, atrayendo (en lugar de desviar) la mirada de los especuladores. Por lo tanto, cuando el nuevo rescate griego-irlandés-portugués fue acordado el pasado 21 de julio, y el FEEF asumió esa carga adicional sobre sus hombros (tóxicos), el destino de España e Italia quedó sellado. Para ello se hizo evidente de cara a los mercados de dinero que estos dos países serían llamados a asumir nuevas deudas en nombre del FEEF, deudas que no podrían permitirse. Por lo tanto, comenzó una carrera predecible de los bonos españoles e italianos. Las compras del BCE de estos bonos en los mercados secundarios sólo se ralentizaron lo inevitable. Al igual que hace un año, cuando las acciones vis-a-vis del BCE con los bonos de Irlanda y Portugal no impidieron la salida de esos dos países de los mercados de dinero, también ahora la actividad frenética del BCE va a fracasar.