Richard Strauss (Múnich, 11 de junio de 1864 – Garmisch-Partenkirchen, 8 de septiembre de 1949), compuso el poema sinfónico Muerte y transfiguración (Tod und Verklärung), Op. 24 a finales del s. XIX.
Dedicado a su amigo Friedrich Rosch, Strauss explicó que su composición buscaba representar los últimos y angustiosos instantes de vida de un idealista, posiblemente un artista, a quien la muerte le arrebataba sueños incumplidos. La obra pues se inspira en ese momento inevitable en el que los últimos suspiros se producen en una especie de crepúsculo onírico y pendular; de la muerte y la sepultura de triunfos, fracasos y pasiones vividas a la deseada eternidad donde la gloria y la perfección pueden ser alcanzadas. Al cabo, eso es la vida y la muerte: memorias de lo que fue, de lo que pudo haber sido y del ansioso anhelo de lo que podría ser «en el cosmos eterno».
Strauss encarga el poema que describe los temas que aborda la obra después de componer la música a su amigo Alexander Ritter.
El poema sinfónico de Strauss, como yo lo experimenté al escucharlo:
El sonido de la agonía se dimensiona de manera tan sutil como implacable desde el silencio. Cuerdas y timbales sustentan los tenues latidos de un corazón que languidece hasta que un oboe, melancólico, advierte que la mente del artista moribundo intenta evadirse.
Progresivamente, imponiéndose sobre las notas que evocan las necias constantes de un cuerpo que se aferra a la vida, las cuerdas ya sólo hacen eco de una respiración agotada, hasta que arpas y flautas toman el relevo para seguir traspasando la frontera entre lo palpable y lo incorpóreo.
Así, cuerdas y vientos se van fundiendo para entregarse al desesperado delirio de volver atrás, de resistir, de impedir lo inevitable; recuerdos de glorias, fracasos y pasiones exaltados por la totalidad de una orquesta que por momentos agita las palpitaciones a través de una percusión estremecida.
Entonces, tras una solemne cadencia que certifica el final, el oboe se vuelve a alzar sobre la sinfonía nuevamente exaltada. Esta vez para anunciar la épica final de un alma desprendida de la carne. Lo que sigue después de la muerte: una dulce melodía que se aleja infinitamente, pero que es eterna.
Demostrando una madurez y genialidad superlativas, el compositor del romanticismo alemán tardío tenía tan sólo veinticinco años cuando compuso Muerte y transfiguración –la muerte y el amor, siempre los temas fetiche de los románticos.
En su lecho de muerte, el músico ironizó su precoz clarividencia a su nuera: «Es gracioso, Alice, morir es la forma en que lo compuse en Tod und Verklärung».
A continuación, la versión dirigida por el maestro Herbert von Karajan, que tiene momentos en los que el director prolonga las notas de manera casi tan sublime como insoportable.
Para profundizar en el poema sinfónico de Strauss, aquí una conferencia impartida en la Fundación BBVA el 20 de abril de 2022 por el director y compositor Pedro Halffter Caro. Además de hacer una presentación de la figura del músico alemán y de su célebre composición, Halffter nos sumerge un poco más en ella a través del piano.
Artículo publicado en Calle de Ítaca.