Doctor en Farmacia. Catedrático de Bioquímica. Rector de la Universidad de Granada. Cofundador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Subsecretario de Educación y Ciencia del Gobierno español. Diputado del Parlamento Español. Consejero del Presidente del Gobierno. Ministro de Educación y Ciencia. Diputado en el Parlamento Europeo. Actualmente, Mayor Zaragoza es Director General de la UNESCO. Presidente de la Fundación Cultura de Paz.
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Desde su Fundación para una Cultura de Paz, usted busca contribuir a «impulsar el tránsito de una cultura desde la violencia e imposición a una cultura de paz y tolerancia». ¿Cuáles son las claves para realizar este objetivo?
Educación, educación es la palabra clave. Educación a todos los niveles, empezando por la de los gobernantes, acostumbrados desde el origen de los tiempos –y para pingües beneficios de los fabricantes de armas- a aplicar el perverso refrán que dice “si quieres la paz prepara la guerra”, de tal forma que pongan todos en práctica a partir de ahora “si quieres la paz, ayuda a construirla con tu comportamiento cotidiano”.
¡Paz en uno mismo, en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en la ciudad, en la nación, en el mundo! Paz que parte de la base de la igual dignidad de todos los humanos. Educación para adquirir conciencia global, para comparar y apreciar lo que tenemos. Y sentirnos solidarios con los otros, próximos o lejanos. Educación para conseguir la transición desde una cultura de imposición y violencia a una cultura de conciliación y paz. De la fuerza a la palabra. De la mano armada y alzada a la mano tendida.
Usted promueve la idea de un mundo con estructuras altamente democráticas y de gobernanza mundial para mejor enfrentar retos de alcance global como la pobreza, la educación, y el medio ambiente. Sin embargo, organismos como la ONU parecen tener poca capacidad de maniobra cuando es el selecto G20 quien dicta política económica mundial y los mandatarios y personalidades más poderosas del globo se reúnen en secreto (Club Bilderberg) para decidir el futuro de millones. ¿No sería un multilateralismo agudo el que pudiera desactivar semejantes «plutocracias» como paso previo a la instauración de esas estructuras de gobierno global?
Sí. Suscribo plenamente la formulación de esta pregunta. En el diseño del presidente Roosevelt, se edificaba una institución mundial que, además, daba la voz a “los pueblos”. Se convocaba a todos los países del mundo. El sistema abarcaba, junto a la ONU, cuya misión es “evitar la guerra” y procurar garantizar la seguridad a escala global, organizaciones especializadas en el trabajo, alimentación, educación, ciencia y cultura, salud… así como el desarrollo. Pero, al poco tiempo, los países más prósperos de la tierra, cambiaron ayudas por préstamos, cooperación por explotación y, lo que es mucho peor, con el presidente Reagan y la primer ministra Margaret Thatcher, se cambiaron los principios democráticos por las leyes del mercado, y la gobernación mundial por la de los países más ricos. El resultado está a la vista. Ha sido un disparate “consentido” por una gran mayoría de países y entidades bancarias y especialistas en economía… que ahora pretenden darnos las lecciones y las previsiones que no supieron proporcionarnos durante décadas. Este tiempo ha concluido. La gran transición súbditos a ciudadanos se acerca y pronto serán “los pueblos” los que tomarán las riendas del destino común en mano.
El tiempo de la gente está mucho más próximo de lo que se piensa.
Hace casi diez años usted se lamentaba de cómo no había fondos para combatir el cambio climático, pero sí había (en EE.UU.) 40.000 millones de dólares para contratos de aviones de guerra. Hoy se produce un lamento similar al analizar los «rescates» al sector financiero y el olvido de miles de niños que mueren de hambre todos los días, bancos rescatados o no. ¿Qué le anima a pensar que dentro de otra década las cosas serán distintas?
Tres razones: la conciencia global, que nos permite una “nueva mirada”, en un espacio que, tanto desde un punto de vista territorial como intelectual, es muy superior al que alcanzábamos a observar hace cuarenta años; progresivo aumento de la influencia femenina en la toma de decisiones; y la posibilidad de participación no presencial, que modificará en muy poco tiempo las actuales “formalidades” de la democracia. La gran transición de espectadores a actores no tardará. Y los “actores” no consentirán que se “rescate”, con dinero público, a instituciones financieras responsables, en buena medida, de las múltiples crisis presentes, cuando no había dinero para luchar contra la pobreza extrema, que afecta a más de 1.000 millones de personas, ni para acabar de una vez por todas con la vergüenza colectiva que representa que más de 60 mil personas mueran de hambre todos los días… al tiempo que gastamos casi 4.000 millones de dólares en armas y gastos militares… “El tiempo de la gente” está, lo repito, mucho más próximo de lo que se piensa.
Usted ha sido catedrático, diputado, secretario de estado, ministro, director general de la UNESCO… Conoce los entresijos del poder y tiene experiencia personal en todos los niveles de la vida política, económica y social de un país. En su opinión, ¿cuál sería el mejor antídoto para evitar que grupos fuera de las instituciones democráticas impongan sus intereses sobre los de millones de personas?
El mejor antídoto es la movilización ciudadana liderada, como corresponde, por las comunidades científica, académica, artística… Rápidamente, pero con firmeza, debe exigirse que el mercado no siga prevaleciendo sobre la política; que se regulen los flujos financieros; que desaparezcan los paraísos fiscales; que se pongan en práctica fuentes de financiación alternativa como las tasas sobre transacciones electrónicas; que se reduzca rápidamente la compra de artefactos bélicos propios de guerras pretéritas y se establezcan nuevas estrategias con la producción de las armas correspondientes adaptadas a los actuales conflictos… Si el poder emana del pueblo, el poder ciudadano empezará a expresarse. Decidirá comprar o no comprar determinados productos o marcas, y utilizar o no determinados servicios –el lenguaje económico es el que mejor entienden todos… Y empezará a votar o a abstenerse según lo merezcan quienes le representan, según su transparencia, según su capacidad de escucha.
Usted encuentra en las nuevas tecnologías de la información una «nueva democracia a escala global» que pronto cobrará mayor peso incluso que las urnas. Sin embargo, todo indica que el poder también se ha dado cuenta de esto y ya desde EE.UU. se vislumbran fuertes medidas de control sobre nuestras comunicaciones privadas y actividades online. ¿Nos encontramos ante los primeros envites de una lucha entre poder y sociedad civil?
Esta brecha existirá siempre pero, como ya le he indicado, los tiempos de la sumisión y del miedo han terminado. En el preámbulo de la Declaración Universal leemos que se trata de “liberar a la humanidad del miedo”. Debemos liberarnos, debemos poder sobrevolar también el poder mediático que nos atenaza, que nos distrae, que no nos permite actuar en virtud de nuestras propias reflexiones, que en ésto consiste, precisamente, la genuina educación.
Que nadie, pues, diga que “yo nada puedo hacer”.
En 1993, el historiador Paul Kennedy postulaba que el declive de la calidad de la educación era un mero reflejo de la trivialización de la sociedad: la gratificación del consumismo, el entretenimiento fácil y superficial en los medios de comunicación, la fascinación por figuras deportivas, la simplificación del debate político a meros eslóganes y estrategias mediáticas… Casi 20 años más tarde, las reflexiones de Kennedy no podían ser más acertadas. ¿Cómo se puede fomentar el pensamiento crítico y la curiosidad intelectual bajo el actual entorno cultural?
Recordando a cada ser humano único que la existencia es un misterio maravilloso si ejercemos la capacidad distintiva y desmesurada de la especie humana, “ojos del universo”, si no aceptamos nada como ineluctable; si sabemos que el futuro está por escribir, está por inventar. A las previsiones de Paul Kennedy le falta, para que todo ser humano viva en la esperanza, lo que dijo otro Kennedy, John Fitzgerald, en su fantástico discurso del 2 de junio de 1963 en la Universidad Internacional de Washington: “Ningún desafío se halla fuera del alcance la capacidad creadora de los seres humanos”.
Que nadie, pues, diga que “yo nada puedo hacer”. Si todos sembramos una semilla tendremos una fantástica cosecha, si todos damos un paso, por pequeño que sea, daremos un salto inmenso.
Las élites políticas destacan cada vez más por una escasa formación académica. Más allá de una mera cuestión de currículum, ¿cree usted que se han cambiado los valores de excelencia por un auge del populismo a corto plazo, donde la meta son las elecciones, pero sin vistas a realizar cambios reales que beneficien a la sociedad? ¿Corre peligro el ciudadano al copiar este modelo y desentenderse del bien común en aras de centrarse únicamente en sus propios intereses?
No creo que hoy tengan los políticos menor formación académica. Lo que sucede es que, incluso en los temas que afectan directamente a su conciencia, obedecen sin rechistar (la mayoría) las decisiones del partido al que pertenecen. Y no exigen claridad en la actuación de sus compañeros. Ni hacen preguntas… Todo parece girar en torno –tiene usted razón- de las próximas elecciones. Recuerdo aquella frase que dice: “Los estadistas piensan en las próximas generaciones. Los pequeños políticos piensan en las próximas elecciones”. Y todo ésto sucede por culpa, en palabras de la Profesora María Novo que me gusta repetir, del «NTD» (¡nos tienen distraídos!). Pero ya le he comentado que esta situación, todavía incrementada desde hace unos años por la “burbuja del entretenimiento”, no durará mucho.
A principios de año, en un artículo para El País, usted advertía que «los educados no permanecerán impasibles, resignados, sometidos». ¿Cómo pueden los jóvenes más preparados de la historia de nuestro país, un millón y medio de ellos en paro y tristemente denominados «generación perdida», encender la mecha del cambio social y económico que los tiempos reclaman?
Se han producido grandes cambios demográficos (la longevidad desde los años cincuenta ha aumentado en más de veinte años) y, sobre todo, la sucesiva “normalización” de la vida de la mujer que se ha incorporado al mundo del trabajo… aunque todavía falta mucho (el 90% de las decisiones siguen siendo adoptadas por hombres) para la deseable equidad. «Hasta que la mujer tenga mayor incidencia en la toma de decisiones», me dijo en Pretoria hace unos años el Presidente Nelson Mandela, «no será posible llevar plenamente a efecto la cultura de paz».
Pero, además de la deformación de la pirámide poblacional y de las hondas transformaciones laborales apuntadas, también –muy especialmente en el caso de España- la infinita miopía de quienes declararon con orgullo en el apogeo del dislate inmobiliario que “¡España construye más viviendas que toda la Unión Europea!” y recurrieron a más de 800 mil inmigrantes, la mayoría sin regularizar, movidos por una codicia sin límites. Los mismos que ahora exhiben peligrosos e intolerables rasgos xenófobos. Pero, además de todo lo anterior, también por codicia e irresponsabilidad, se “deslocalizó” la producción –sin reparar en las condiciones laborales- en los países del Este con menores exigencias. Y así China se convirtió en “la fábrica del mundo”. Digo todo ésto para que aprecie usted la ligereza de quienes ahora no sólo eluden su responsabilidad sino que siguen aferrados al mismo sistema que ha conducido a esta lamentable situación, sin procurar, en un efecto conjunto y de gran visión política, que se pase de una economía de especulación y guerra a una economía de desarrollo global sostenible; que se acoja y atienda debidamente a tantas personas que han llegado, jugándose la vida, a recoger las migajas que caen de la mesa de los saciados (entre los que nos contamos), que no representan más del 20% de la humanidad.
La cultura de paz no es sólo una expresión espiritual. Es también una solución económica, medioambiental, ética.
Más de la mitad de los jóvenes españoles sueñan con un puesto burocrático. Así, muchos de ellos aspiran a estabilidad laboral en lugar de «comerse el mundo», y los más emprendedores están buscando oportunidades más allá de nuestras fronteras. ¿Qué nos rescatará del país envejecido y mediocre que se vislumbra a 20 años vista?
En nuestro país los problemas que deben superarse son mayores debido a las circunstancias ya aludidas en mi respuesta anterior. Pero la globalización –esta es la causa de un mundo “envejecido y mediocre” a escala planetaria- fue mundial y sus efectos son también mundiales. Le he explicado por qué ahora el cambio es apremiante. No podemos hallar respuestas mientras sigamos intentando prepararnos para la guerra en lugar de hacerlo para la paz. La cultura de paz no es sólo una expresión espiritual. Es también una solución económica, medioambiental, ética.
En 2008 y junto a personalidades como Francisco Altemir, José Saramago, Roberto Savio, Mario Soares y José Vidal, usted firmó un artículo reclamando un nuevo orden económico mundial sustentado en «inversiones en energías renovables, en la producción de alimentos (agricultura y acuicultura), en la obtención y conducción de agua, en salud, educación, vivienda… para que el “nuevo orden económico” sea, por fin, democrático y beneficie a la gente.» A su ver, ¿qué países están liderando este cambio?
El “gran dominio” (económico, tecnológico, energético, mediático) sigue impidiendo las grandes transiciones que esclarecerán el futuro. Hasta el Presidente Obama que, a pesar de todo, ha llevado a cabo cambios de gran relieve en lo que se refiere a armamento nuclear, salud, nuevas estrategias de defensa y culturales de los Estados Unidos, se halla sometido a una presión increíble por éstos “poderes”; ni un solo voto republicano fue solidario con los millones de norteamericanos que, desde hace sesenta años, esperaban que su acceso a los servicios de sanidad tuviera, por fin, lugar.
Ha tendido la mano al Islam en lugar de envilecerlo. Su liderazgo se halla, por las razones indicadas, acuciado todos los días. Confío en que logre avanzar, seguir esquivando los envites de los “instalados”…
En el mismo artículo se advertía de que «¡el engaño de la globalización y de la economía de mercado debe terminarse! La sociedad civil ya no será espectador resignado y, si es preciso, pondrá de manifiesto todo el poder ciudadano que hoy, con las modernas tecnologías de la comunicación, posee». ¿Es posible un movimiento de resurgencia social sin líderes visibles y activos en la arena política y mediática en los tiempos que corren?
Sí, es posible. Con unas Naciones Unidas refundada, será posible la gran movilización en favor del otro mundo posible que soñamos. Juntos, podemos. “¿Quién, si no todos?” escribió Miquel Martí i Pol en uno de sus versos. Unámonos muchos para la gran transición histórica: de la fuerza a la palabra.